lunes, 15 de septiembre de 2008

La Expo de Zaragoza

Se acabó el verano y también la Expo de Zaragoza, tras 93 días, 5,5 millones de visitantes y, dicen, unos exagerados 7.000 millones de beneficios. Los 104 países, sin EE.UU, el Reino Unido y otros, ya están “plegando velas” para irse. ¿Y ahora, qué?


¡Bueno, tampoco ha sido para tanto!: Mucha paja y poco trigo, mucho ruido y pocas nueces. Abundó el cartón-piedra y los audiovisuales facilones, el pabellón de la India sólo era una tienda de venta al publico, el de Méjico una relación de cifras “exitosas”, algún pabellón alternativo para dar la nota, muchas mesas de restaurante vacías… Los países han venido a Zaragoza a exponerse, a “sacar pecho” y “el personal” visitante, mayoritariamente paisanos de la tierra, a pasar el tiempo.
Si que ha habido gente, gente; colas, colas, muchedumbres de clase media-baja, creando sentimiento de comunidad, de grupo, muchos mirones y busconas y, flotando por el aire, “el desarrollo-sostenible”, eslogan impreciso, incierto e inútil.
La “serpiente de agua” se salvó por el espectáculo, el escenario y la dulce espera durante el ocaso tranquilo, mirando rio-abajo las simétricas torres del Pilar, iluminadas de amarillo.
Frustrante, en cambio, y amodorrada la subida-bajada por la rampa de la “Torre del Agua”.

Un ascenso por una especie de “torre de Babel” para nada. Imposible una visual amplia del paisaje por la infinidad de barrotes de la fachada.
Llegó el final y cierta sensación de alivio. La Expo ya no aguantaba más, ya no podía seguir “sosteniéndose”. También tristeza. El Ebro seguirá guardando silencio, retorciéndose, casi estrangulándose, por las 25 Has. del meandro “Las Ranillas”, mientras los “mañicos”, globalizados durante tres meses, volverán introvertidos a cobijarse bajo el mando de “su Pilarica”.

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