martes, 5 de febrero de 2008

Los premios Goya


Otro NO-DO más de “los goya”, muy rutinario. Tocaba. Llegó y pasó sin pena ni gloria.

Envidiosos de Hollywood, allá por 1987, treinta años ya, le les ocurrió imitar a la “Gran Gala” californiana y copiaron todo: Alfombra, guapas, galanes, cámaras y flaxes. Fotocopia de formato. Eso si, los españoles somos más festivos. ¡Aquí en la celtiberia, el evento, más bien, es un sarao!

La fiestecilla, más que gala, demasiado larga, fue inaguantable. Permanecer ante la catódica ventana, fue un sacrificio, excepto el desfile de modelitos y, a trozos, la parodia de Gorbacho, emplumado en la otra acera.

Los aplausos una y otra vez atolondraron. Fue una actuación más de los profesionales de la actuación. En el teatrillo se proyectó una película más de los “peliculeros”.

Ah, sin duda, el mejor actor fue Alfredo Landa representando su propio premio. Lo tenía tan bien ensayado, que casi ni se notó.

Ellos, los de la careta, tan contentos, en su salsa. Sin embargo, a pesar de los premios y las subvenciones, dinero inútil, los cines se van vaciando hasta de acomodadores con linterna, sobre todo, si la película es española.

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