domingo, 5 de octubre de 2008

El nacimiento del castellano

El debate sobre donde nació el idioma castellano se reabre: El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, aprovecha cualquier situación en conferencias o inauguración de cursos para asegurar que el profesor Gregory Kaplan acierta cuando dice que el castellano nació en torno al año 700 en Cantabria, concretamente en Valderredible.

Gregory Kaplan, director del Departamento de Lengua y Literaturas extranjeras de la Universidad de Tennessee, que casualmente está casado con una cántabra, se ha empecinado en artículos y libros en divulgar esta teoría. Así la resume:
“A mediados del siglo VI, un pastor llamado Emiliano se refugió en el solitario valle de Valderredible, en el sur de Cantabria, para entregarse a la contemplación y la penitencia. Poco a poco, su modo de vida asceta comenzó a atraer a más ermitaños, dispuestos a seguir las enseñanzas de aquel anacoreta, posteriormente conocido como San Millán. Los eremitas, llegados de diferentes comarcas del norte de España, crearon una comunidad en las cuevas excavadas en el valle. A la muerte de Emiliano, en el año 574, multitud de peregrinos acudieron a las iglesias rupestres de Valderredible para venerar sus restos mortales, configurando un núcleo en el que se revolvieron los dialectos de los viajeros a lo largo de los siglos VII y VIII. El nuevo idioma resultante, germen del castellano, se diseminó con facilidad gracias al prestigio del idioma hablado por los eruditos anacoretas de Valderredible. Así nació el castellano”.

Ya está. ¿Lo demuestra este relato, indemostrable por la ausencia de documentos?
Quizás el profesor Kaplan, de vacaciones por el pueblo de su mujer, ha visto la abundancia de iglesias rupestres, que hay en el municipio de Valderredible (unas catorce, todas situadas en rocas blandas que permiten su fácil excavación manual, disponiendo únicamente de herramientas simples como picos y palas), y ha dejado volar su imaginación, poblándolas de multitud de ermitaños, que llegaban de todos los sitios a rezarle a San Millán y que “hablando, hablando…” crearon un nuevo idioma, que el Camino de Santiago se encargó de divulgar.
San Millán y sus monjes inventaron el castellano.
Mientras esta teoría ha empezado por revolver los estómagos de los estudiosos de los primeros documentos castellanos del monasterio de San Millán de la Cogolla, a otros expertos, que pasan del asunto, les da igual el lugar de nacimiento, dejando que lo “establezcan los políticos”.

Es difícil que exista una cuna concreta del castellano. No debió haber un momento, ni un lugar concreto, sino que fue un proceso continuo a raíz de la mezcla de dialectos durante la Reconquista. El castellano debió nacer como un conjunto de deformaciones vulgares provocadas en un ambiente de situación bilingüe, con clara intención de manifestar su personalidad propia frente a otras normas habladas.
Lo cierto es que a Cantabria y, sobre todo, a su actual presidente, le viene muy bien que “su” comunidad sea la cuna de un idioma que para el año 2050 hablarán 1.000 millones de personas. Todo esto se enmarca en torno a la creación y promoción de un “Centro sobre el Español”, que la Diputación de Cantabria está financiando en Comillas. Dinero y votos
Todo un ejemplo de cómo se pueden tergiversar acontecimientos y hechos históricos con tal de sacar réditos políticos. Los políticos deben dejar en paz a los lingüistas con sus sesudas investigaciones. ¡Anda que si alguien dice que el castellano nació en el País Vasco y viene a resultar que es un “vasco romanizado”!
Extravagancias siempre ha habido: Durante el franquismo algún lingüista muy español llegó a afirmar que el castellano se “usó por primera vez cuando Santiago habló con la Virgen del Pilar al aparecérsele en Zaragoza”. Quizás por eso a ambos les hicieron patrones de España.

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