lunes, 3 de noviembre de 2008

Hamilton, campeón de Formula 1

Lewis Hamilton es el flamante campeón de Formula 1 esta temporada, es el más joven con sólo 23 años. Dicen que es impulsivo, despierto, concentrado, atento, agresivo, demoledor en el “cuerpo a cuerpo”, ya bajo la lluvia, ya en seco. Fuera del asfalto, no se sabe, pero tiene pinta de raro y ambicioso en exclusiva. Este año dorado ha obtenido 9 victorias y 22 podios. Lleva sólo 35 carreras.
A los 8 años, aún “pequeñin”, ya debutó de la mano de su padre en carreras de Karts y a los 12 también su padre logró que MacLaren le firmara un contrato. La escudería le fue preparando, mientras crecía. En el año 2007 el “Jefe” Ron Dennis, embobado con su protegido, le subió a la Formula 1. Recién subido, plantó cara a Alonso, que tuvo el fallo de “picarse” y ponerse nervioso. Allí arriba, siempre tuvo el apoyo descarado de Ron Denis, de la prensa y de los fans británicos. ¡Así ya se puede! En este ambiente, desde la 4ª carrera el estress más inaguantable se instaló en el español. Los errores de éste y las artimañas y triquiñuelas del británico en la pista y en los despacho forzaron la salida del asturiano por la puerta de atrás.
Es que en la Fórmula 1 quien dispone de un buen coche tiene posibilidades, porque con un coche mediano es imposible ser campeón. Si un buen piloto quiere ser campeón, debe, en primer lugar, buscarse una buena escudería y después entrenarse. Llegó el día glorioso. Fue en las últimas seis emocionantes vueltas de la última carrera, cuando las brujas negras, el Destino y el patrón de conductores, San Cristóbal, mandaron una copiosa lluvia sobre el circuito brasileño. Todos los monoplazas empezaron a cambiar ruedas. Al finalizar el imprevisto cambio, Hamilton estaba el 5º y sería campeón, pero Vettel le superó y, en este caso, el campeón ya sería Massa, que iba el primero. Cuando al propio Massa ya se le “ponían los dientes largos” y sus compatriotas de la clamorosa grada celebraban el éxito, Timo Glock, que iba el 4º, tuvo “problemas” y fue superado por el colorido inglés. De esta forma tan emocionante fue como Hamilton se convirtió en campeón, en estrella. Fue todo tan rápido que ni los “cámaras” de la TV pudieron grabar con claridad el acontecimiento.
¡Qué bien se lo pasaron el Destino, las brujas y San Cristóbal deshojando la margarita! Hamilton, mientras tanto, subía a la gloria del podio, reservada para los mejores, entre vítores, banderas y pancartas, para recibir la “copichuela” y desparramar champán a la cara de Alonso -¡toma campeonato!- y al público entregado, mientras su padre estaba en babia.
Yo creo que Timo Glack “se dejó pasar”, lo que no se es si le pagaron el favor las brujas, San Cristóbal o Ron Dennis.
En la gloria, los favoritos: el escocés Jim Clarck, estrellado contra unos árboles cuando aún había árboles en las orillas, el brasileño Ayrtonn Senna, que ha sido el más rápido de todos, el austriaco Niki Lauda, que se quemó la cara, llegó a recibir la extremaunción en la camilla y ganó en la siguiente temporada el campeonato, el “Kaiser” Schumacher, destacado en triunfos y el brasileño Fittipaldi “Emmo”, extravagante, feo, algo loco y con “patillas de hacha”. Habrá que esperar, tras el aburrido invierno, a una nueva temporada para emocionarse con circuitos serpenteantes y curvilíneos, con monos ignífugos llenos de grafitis de marcas pegadas, con animadoras minifalderas, con fulgurantes boxes, copas, burbujas, himnos nacionales, declaraciones y… con el padre de Hamilton.

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