sábado, 5 de enero de 2008

Caucus en Iowa

Hoy, Iowa es el estado más importante de USA. Allí tienen la primera prueba los candidatos que compiten por llegar a la “Casa Blanca” en noviembre.


Todo el estado de Iowa es una llanura, plantada de maíz, de soja, de trigo, desparramada de granjas con el mayor porcentaje de cerdos del país y el mayor productor de etanol. Allí vivían tranquilamente los nativos “iowa” hasta que, mediados del siglo XIX, llegaron los primeros europeos, franceses por cierto. Después vinieron a oleadas otros europeos anglosajones, que barrieron a los indios y hoy son el 92 %. Sus casi 3 millones de habitantes tienen que aguantar temperaturas muy bajas en invierno, sofoquinas asfixiantes en verano y oscilaciones diarias de 15 grados. Llueve, nieva en abundancia y son muy frecuentes las aparatosas tormentas y los demoledores tornados.

Y es que el tiempo que haga en Iowa es importante. Hoy, sobre todo, porque no se puede votar por correo, hay que estar presente a una determinada hora de la tarde. Por si hay nieve o helada rigurosa ya se han preparado voluntarios o contratados, que han amanecido armados con palas de nieve para despejar la salida de las casas de los ancianos y limpiar las aceras.
Además del clima también influye la profesión, porque los empleados con horario de tarde y los que no pueden abandonar su puesto de trabajo, como médicos, enfermeras, empleados de gasolineras o del sector servicios, en general se van a quedar sin votar. También los ancianos, los enfermos e inválidos, si no los llevan, los padres que no tengan con quien dejar sus hijos e, igualmente, los soldados desplazados, los transportistas, los comerciantes y otros transeúntes se quedarán sin caucus.

Claro, ante tanta dificultad, habrá muchos que se les quiten las ganas de acudir, y se quedarán en su casa. Para evitar el absentismo de estos vagos, los promotores de los partidos ofrecen transporte gratuito y contratan empresas de cathering para que los asistentes no pasen hambre durante el trance.
Los votantes comprometidos, los que se lo creen, los curiosos, los que no quieren aburrirse, los que se decidan a acudir, se tendrán que inscribir, previamente, en alguno de los dos partidos o como independientes.

Una vez reunidos dentro de colegios, bibliotecas, iglesias e incluso viviendas particulares en un ambiente asambleario, argumentarán, discutirán de viva voz sobre programas y opiniones en no más de dos horas. Se prevén hoy nada menos que 1780 caucus en Iowa.


Los republicanos espabilan el trámite enseguida. Tras las discusiones, se apuntan a la lista de uno u otro candidato y asunto resuelto. El que tenga más votos es el vencedor. Si hay empate se recurre a métodos tan extravagantes como lanzar moneda al aire o sacar boleto de un sombrero, que alguien ofrezca como recipiente.

Los demócratas, en cambio, se complican más. No usan boletos, ni votan a mano alzada. Se van reuniendo por grupos. Para que sea válido un grupo debe tener el 15 % de los asistentes y si no es así el grupo se disuelve. En 30 minutos deben juntarse a otro grupo o convencer a otros para que se unan a él si no quiere desaparecer. Si un candidato recibe más del 15 % de los votos consigue un delegado a nivel de condado. Los delegados de cada candidato eligen a otros, que a su vez eligen a nivel de ese estado. Estos, finalmente, se reunirán en la Convención Demócrata de Denver el 23 de agosto y elegirán al candidato definitivo en una parafernalia de sloganes, altavoces, globos, azafatas sonriendo y aplausos, muchos aplausos.
A partir de Iowa, los aspirantes republicanos y los demócratas deberán recorrer una larga carrera por 50 estados para lograr el apoyo necesario entre los seguidores de sus partidos antes de ser confirmados oficialmente como candidatos en verano. Ocho demócratas y ocho republicanos se presentan en esta ocasión a las primarias y solo dos de ellos se enfrentarán en las urnas “el martes después del primer lunes de noviembre”.

Dice la tradición, que los caucus hunden sus raíces en reuniones, que tenían los indios alconquinos, que parece ser que ya eran demócratas. Más bien, es una forma de entretenerse los pocos que acuden, los medios de comunicación que lo propagan y los comodones que lo ven por televisión, volcados en su sofá con un vaso de wisky en la mano.

¡Y qué bien se lo pasan, creyéndose la nación más poderosa del mundo!

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