El Rally Paris-Dakar ha finalizado antes de empezar. ¡Lástima!
Se venía celebrando con gran espectacularidad y colorido, ininterrumpidamente, desde 1979 y era una delicia ver gratuitamente desde el suelo y desde el aire los reg, los erg, las dunas, las hamadas, la vegetación sahel, la sabana, los barbudos tuaregs, las caras de las moras, los indígenas negros y, también menos delicioso, las barriguitas hinchadas de niños hambrunos.
Automóviles, camiones y motos serán orillados y aparcados en los oscuros garajes. Técnicos, grasientos mecánicos y expertos en navegación dejarán sus monos de trabajo. Los sufridos conductores no podrán aspirar al triunfo y envejecerán un año hasta la siguiente oportunidad. Periodistas e intrépidos reporteros no podrán enviar sus animadas crónicas deportivas. Los víveres volverán a enfriarse en los frigoríficos. Las 2.000 personas implicadas se quedarán frustradas, temporalmente sin trabajo o se les cambiará a otro similar, sucedáneo. Las largas y arenosas playas de Dakar no tendrán impresas las huellas de las ruedas de los vehículos que lograron resistir.
Todo ha sido porque uno de los brazos de Al-Queda en el norte de África ha amenazado. El día 25 avisó de verdad asesinando a 5 turistas franceses. Francia se ha asustado y su ministro de Asuntos Exteriores ha prohibido la participación. Los más perjudicados han sido Mauritania, Marruecos Senegal, el mundo deportivo afín al motor, pero también los espectadores y aficionados. Occidente queda a merced de los terroristas. A estos no les gusta ni los deportes, ni el paisaje, ni la sana competitividad. ¡Qué aburridos!
Es verdad que siempre hubo polémica, unos años más otros menos. En 2005 25 ONGs, para quienes la prueba era “un rodeo publicitario por el continente de la pobreza y se utilizaba África para fines exclusivamente crematísticos”, protestaron contra el Rally. No lograron nada, evidentemente.
Las ONGs van de buenas, Al-Queda, en cambio, va matando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario